(Efe) El Barcelona es virtual campeón de la Liga de una forma soñada, con una exhibición futbolística en el Santiago Bernabéu, 2-6, elevando a la máxima esencia un estilo de juego virtuoso, para dejar al Real Madrid rendido ante el poderío de su eterno enemigo.
La fantasía hecha fútbol pudo a la fe. Al coraje de un Real Madrid infinitamente menor en cuanto a calidad al mejor Barcelona de la historia. Por números, juego, sensaciones. Por su capacidad de hacer menor a cualquier rival. De minimizar sus cualidades para convertirle en un púgil al borde del ko, que recibe golpes sin posibilidad de levantar la cabeza.
Decía Juande Ramos en la previa que no había margen de sorpresa entre dos equipos que se conocen a la perfección. Un apasionado del fútbol como Pep Guardiola -casi enfermizo en su continuo estudio del juego- demostró que estaba equivocado. Él que vivía los clásicos al máximo como futbolista, cuando sobre el tapete ya dejaba entrever el buen entrenador que iba a ser, dejó claro que en el fútbol no está todo inventado.
La apisonadora azulgrana pasó por el Bernabéu para destrozar la ilusión de la remontada y sacar las carencias blancas con un Leo Messi espectacular. Ubicó Guardiola a su astro argentino alejado de la banda, donde todos lo esperaban, y le ubicó en el centro para mandar al psiquiátrico a los centrales madridistas. Samuel Eto'o cayó al costado derecho y Thierry Henry se exhibió en el izquierdo.
Con la batuta de Xavi, la sinfonía azulgrana destrozó en unos segundos todas las especulaciones de planteamientos tácticos. A los 25 segundos, el cerebro culé ya había chutado a Iker Casillas, el mejor del Real Madrid en el baile.
No encontró nunca el Real Madrid la forma de superar al Barcelona. Juande apostó por extremos -Marcelo y Robben- y perdió la pelota desde el pitido inicial, con Fernando Gago desaparecido y 'Lass' disfrazado de guerrero en una lucha en la que tenía poco que ganar.
Pero el ímpetu, el escudo y el empuje de un Bernabéu que comenzó ilusionado, guió al gol al Real Madrid en su primera acción de peligro. El centro medido de Sergio Ramos desde la derecha lo cabeceó con el alma el Pipita Higuaín a la red. La Liga se ponía en un punto. Se alimentaba un sueño que tardó dos minutos en convertirse en pesadilla.
Dos acciones de Henry, que rescató su mejor versión para rememorar viejos tiempos del Arsenal en el coliseo blanco, levantaron de inmediato al Barcelona. Con Sergio Ramos superado, Eto'o no llegó por milímetros a la primera y Henry decidió jugarse la segunda. Balón a la red e inicio del recital.
En un abrir y cerrar de ojos, en cinco minutos, el líder volteaba el marcador con un poderío incontestable. En un partido marcado por los errores defensivos, Puyol se elevó ante la zaga rival para cabecear a placer ajustado al palo y dar al barcelonismo el primer trago con sabor a título.
Desactivado. Sin fútbol. Sólo alguna acción individual podía mantener en pie al Real Madrid. Y reapareció el egoísmo de Robben que optó, tras pared con Higuaín, por chutar blando con la derecha a asistir a Raúl y Marcelo, libres de marca.
Entre los reproches a Robben y una posterior discusión de Gago con el holandés, se impuso el monólogo culé, con Xavi e Iniesta lanzando un fútbol de altos quilates. Dos futbolistas de oro que marcan un estilo de paredes infinitas que acababan en ocasiones de Messi, desacertado en las tres primeras, pero que no desperdició un regalo de Lass.
Un jugador básico para que la Liga no se sentenciase hace dos meses, no encontró a Gago -ausente por su discusión con Robben-, Messi le robó la cartera y a placer entre el desconcierto local, superó a Casillas. Restaban diez minutos para el descanso y el Real Madrid pedía al árbitro que más que el descanso señalase el final del partido.
El esférico no duraba en los pies blancos y era eterno en los azulgranas. Corría de forma incansable la zaga local pero parecía que andaban ante el fútbol de toque de su rival. Rendido a la evidencia, Casillas salvaba ocasiones sin parar. Acabó llevándose seis, con la mirada perdida en otra noche negra de una temporada para olvidar.Porque en la reanudación el nuevo impulso de coraje que condujo al Real Madrid a acortar distancias no sirvió de nada. Sergio Ramos, señalado por su discreto partido defensivo por el Bernabéu que lo silbó y por su entrenador que lo sustituyó, cabeceó a la red una falta botada por Robben.
Había 35 minutos por delante para buscar una nueva remontada en un escenario acostumbrado a las heroicidades. No era el día. La abismal diferencia de fútbol lo impidió. De nuevo Henry. Otro error defensivo blanco en un pase largo medido y un toque sutil para superar a Casillas, a media salida.
Era el fin de la Liga. Por delante media hora de paseo del Barcelona en casa del eterno enemigo. De gozo culé ante un equipo desmoronado, que dejó espacios aprovechados siempre por Messi, para marcar el quinto, y hasta por Piqué, que se sumó a la fiesta anotando el sexto a la media vuelta apenas sin espacio.
La última exhibición del Barcelona en el Bernabéu acabó en el aplauso a Ronaldinho. Andrés Iniesta tomó el relevo. Sustituido por Guardiola, escuchó desde la grada más aplausos que silbidos. El madridismo acabó rendido a un estilo de fútbol del que está a años luz.
Guardiola dio un baño a Juande Ramos. Son partidos que marcan el futuro de un técnico refugiado en una racha de resultados irreal. Cierto que en Liga llevaba 18 encuentros sin perder, pero entre medias llegó el "chorreo" de Liga de Campeones que sumado al del Barcelona, conducen al Real Madrid al vacío. Al fin de un ciclo y la llegada de una nueva época con jugadores de más calidad. Su eterno rival ha dado la vuelta a todo. Ahora es el espejo en el que mirarse.
La fantasía hecha fútbol pudo a la fe. Al coraje de un Real Madrid infinitamente menor en cuanto a calidad al mejor Barcelona de la historia. Por números, juego, sensaciones. Por su capacidad de hacer menor a cualquier rival. De minimizar sus cualidades para convertirle en un púgil al borde del ko, que recibe golpes sin posibilidad de levantar la cabeza.
Decía Juande Ramos en la previa que no había margen de sorpresa entre dos equipos que se conocen a la perfección. Un apasionado del fútbol como Pep Guardiola -casi enfermizo en su continuo estudio del juego- demostró que estaba equivocado. Él que vivía los clásicos al máximo como futbolista, cuando sobre el tapete ya dejaba entrever el buen entrenador que iba a ser, dejó claro que en el fútbol no está todo inventado.
La apisonadora azulgrana pasó por el Bernabéu para destrozar la ilusión de la remontada y sacar las carencias blancas con un Leo Messi espectacular. Ubicó Guardiola a su astro argentino alejado de la banda, donde todos lo esperaban, y le ubicó en el centro para mandar al psiquiátrico a los centrales madridistas. Samuel Eto'o cayó al costado derecho y Thierry Henry se exhibió en el izquierdo.
Con la batuta de Xavi, la sinfonía azulgrana destrozó en unos segundos todas las especulaciones de planteamientos tácticos. A los 25 segundos, el cerebro culé ya había chutado a Iker Casillas, el mejor del Real Madrid en el baile.
No encontró nunca el Real Madrid la forma de superar al Barcelona. Juande apostó por extremos -Marcelo y Robben- y perdió la pelota desde el pitido inicial, con Fernando Gago desaparecido y 'Lass' disfrazado de guerrero en una lucha en la que tenía poco que ganar.
Pero el ímpetu, el escudo y el empuje de un Bernabéu que comenzó ilusionado, guió al gol al Real Madrid en su primera acción de peligro. El centro medido de Sergio Ramos desde la derecha lo cabeceó con el alma el Pipita Higuaín a la red. La Liga se ponía en un punto. Se alimentaba un sueño que tardó dos minutos en convertirse en pesadilla.
Dos acciones de Henry, que rescató su mejor versión para rememorar viejos tiempos del Arsenal en el coliseo blanco, levantaron de inmediato al Barcelona. Con Sergio Ramos superado, Eto'o no llegó por milímetros a la primera y Henry decidió jugarse la segunda. Balón a la red e inicio del recital.
En un abrir y cerrar de ojos, en cinco minutos, el líder volteaba el marcador con un poderío incontestable. En un partido marcado por los errores defensivos, Puyol se elevó ante la zaga rival para cabecear a placer ajustado al palo y dar al barcelonismo el primer trago con sabor a título.
Desactivado. Sin fútbol. Sólo alguna acción individual podía mantener en pie al Real Madrid. Y reapareció el egoísmo de Robben que optó, tras pared con Higuaín, por chutar blando con la derecha a asistir a Raúl y Marcelo, libres de marca.
Entre los reproches a Robben y una posterior discusión de Gago con el holandés, se impuso el monólogo culé, con Xavi e Iniesta lanzando un fútbol de altos quilates. Dos futbolistas de oro que marcan un estilo de paredes infinitas que acababan en ocasiones de Messi, desacertado en las tres primeras, pero que no desperdició un regalo de Lass.
Un jugador básico para que la Liga no se sentenciase hace dos meses, no encontró a Gago -ausente por su discusión con Robben-, Messi le robó la cartera y a placer entre el desconcierto local, superó a Casillas. Restaban diez minutos para el descanso y el Real Madrid pedía al árbitro que más que el descanso señalase el final del partido.
El esférico no duraba en los pies blancos y era eterno en los azulgranas. Corría de forma incansable la zaga local pero parecía que andaban ante el fútbol de toque de su rival. Rendido a la evidencia, Casillas salvaba ocasiones sin parar. Acabó llevándose seis, con la mirada perdida en otra noche negra de una temporada para olvidar.Porque en la reanudación el nuevo impulso de coraje que condujo al Real Madrid a acortar distancias no sirvió de nada. Sergio Ramos, señalado por su discreto partido defensivo por el Bernabéu que lo silbó y por su entrenador que lo sustituyó, cabeceó a la red una falta botada por Robben.
Había 35 minutos por delante para buscar una nueva remontada en un escenario acostumbrado a las heroicidades. No era el día. La abismal diferencia de fútbol lo impidió. De nuevo Henry. Otro error defensivo blanco en un pase largo medido y un toque sutil para superar a Casillas, a media salida.
Era el fin de la Liga. Por delante media hora de paseo del Barcelona en casa del eterno enemigo. De gozo culé ante un equipo desmoronado, que dejó espacios aprovechados siempre por Messi, para marcar el quinto, y hasta por Piqué, que se sumó a la fiesta anotando el sexto a la media vuelta apenas sin espacio.
La última exhibición del Barcelona en el Bernabéu acabó en el aplauso a Ronaldinho. Andrés Iniesta tomó el relevo. Sustituido por Guardiola, escuchó desde la grada más aplausos que silbidos. El madridismo acabó rendido a un estilo de fútbol del que está a años luz.
Guardiola dio un baño a Juande Ramos. Son partidos que marcan el futuro de un técnico refugiado en una racha de resultados irreal. Cierto que en Liga llevaba 18 encuentros sin perder, pero entre medias llegó el "chorreo" de Liga de Campeones que sumado al del Barcelona, conducen al Real Madrid al vacío. Al fin de un ciclo y la llegada de una nueva época con jugadores de más calidad. Su eterno rival ha dado la vuelta a todo. Ahora es el espejo en el que mirarse.
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