(EP) Un Real Madrid sin fútbol pero orgulloso sufrió ante la Roma (1-2) la primera gran decepción de la temporada, encallando de nuevo en octavos de la 'Champions', como en las tres últimas ediciones, después de ser incapaz de darle la vuelta al resultado adverso de la ida en un partido que evidenció sus carencias de juego en el momento más decisivo.
El equipo blanco no demostró empaque suficiente para prolongar su aventura europea y fue almacenando despropósitos hasta quedarse con uno menos a veinte minutos del final por la expulsión de Pepe, cuando más cerca estaba del gol. De inmediato, la Roma pareció apuntillar a los blancos con un gol de Taddei. Desolado quedó el equipo y la grada del coliseo merengue ante tanta adversidad.
Sólo entonces el Real Madrid se envolvió de su mística europea. Sobre todo después de que Raúl, siempre el 'siete', batiera a Doni tras un pase de Robinho en pleno desconcierto romano. Con orgullo y coraje creyó que otro resultado era posible, e incluso hasta la Roma perdió momentáneamente el norte.
Empujó el equipo de Schuster en esos diez minutos finales en busca del tanto salvador que enviara el partido a la prórroga y deshiciera el entuerto de un equipo con mayores aspiraciones, pero sin los mimbres suficientes, máxime cuando titulares como Robben, Van Nistelrooy o Ramos estaban fuera del partido. Pero la historia no concluyó con final feliz para los blancos, que sufrieron un nuevo gol en contra en el minuto 90 por medio de Vucinic.
El encorajinado arreón final de los blancos, de merecer porque su historia le obliga, no sirve para ocultar la decepción de un equipo que perdió hace tiempo la fiabilidad exhibida a principio de temporada. Los blancos confirmaron que este año ganan más que juegan, aunque no en esta ocasión, y no encontraron el guión adecuado en su primera final del año.
Una eliminación muy dolorosa que reflejó problemas tácticos en el equipo de Schuster y sobre todo de calidad, porque aquellos que soportaron el escudo volvieron a ser los de siempre, Guti y Raúl, ya que ni el esperado Robinho, ni una sola muestra de peligro, ni Pepe ni Baptista aportaron lo suficiente.
En la última media hora, el partido perdió el corsé en el que se había encasquillado el equipo blanco, condenado a jugar sin bandas desde el inicio, por las ausencias.
Schuster apostó por Baptista en el once inicial y el experimentado Salgado. Era entonces una zona ancha de músculo, pero sin la calidad suficiente para transmitir fuerza a la maquinaría. Gago estuvo entonado al principio, pero paulatinamente fue perdiendo solidez, así como Diarra. El malí, sin peso ni significado en el juego madridista, se marchó desapercibido.
El equipo blanco ocupó el centro del campo, pero sus numerosas piezas resultaron inútiles. Obligaron a Guti a pedir demasiado abajo el balón y quedó entonces descubierto el frente de ataque. Era la Roma un equipo perfectamente pertrechado, y con facilidad para desprenderse de sus posiciones defensivas, utilizando a Totti como eje y a Aquilani como excelente lanzador.
Los romanos, imprecisos de inicio, empezaron a carburar cuando comprobaron que la embestida europea del Real Madrid no era tal. Hasta Casillas se vio sorprendido por un disparo de media distancia de Aquilani que tocó madera. De inmediato el centrocampista romano repitió, pero entonces Casillas, ya avisado, despejó con acierto.
El Real Madrid, sin continuidad, respondió por medio de Baptista, pero eran intentos fallidos, sin soporte futbolístico porque su juego se fue desvaneciendo según se consumían los minutos. Sólo encontró soluciones cuando el partido se rompió, los conceptos tácticos se relativizaron y el partido entró en el terreno del amor propio.
Pero la casta no fue en esta ocasión suficiente para que la Roma, que consigue su segunda victoria en el Bernabéu, hincara la rodilla y el Real Madrid se despide de Europa de mala manera, con consecuencias imprevisibles para el proyecto de Schuster, que ahora sí queda seriamente tocado.
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