(EL PAÍS) Están cansados. Hartos de tantas mentiras. Y ayer dieron otro puñetazo sobre la mesa. Los jugadores del Levante, reunidos en la sesión matinal, dieron una única vuelta al terreno de juego y regresaron a los vestuarios, donde ya habían pasado una media hora encerrados. Meditando qué narices podían hacer para que los esfuerzos de una plantilla debilitada por los resultados deportivos, mermada por los abandonos y aquejada por la terrible crisis económica, no resultaran inútiles. Su objetivo: forzar la salida definitiva del dueño del club, Pedro Villarroel. Al parecer, esta vez sí, lo han conseguido.
El domingo sacaron fuerzas y lograron una victoria en Liga (2-1, frente a Osasuna) que, pese a no modificar su condición de colista, dio aliento a un equipo que "está sufriendo demasiado", según el técnico, Gianni De Biasi. La remontada llegó tras una semana en la que se sucedieron las visitas al Ayuntamiento -que ha prometido ayudar al club a superar la enorme deuda- o las declaraciones de Villarroel, y que terminó con un comunicado de la plantilla, esperanzada. Los futbolistas confiaban en la vuelta a la normalidad. De hecho, el miércoles cobraron la nómina del mes de enero. Y en un par de semanas recibirán la extra de Navidad.
Pero los directivos lo echaron todo a perder. Otra vez. La sombra de Villarroel, ex presidente y máximo accionista, volvió a aparecer. Hizo como que se marchaba y cedió sus acciones a una fundación sobre la que tenía poderes universales; luego las recuperó. Las volvió a ceder y prometió dimitir de la fundación, pero cuatro días después se burló de todos: "Yo soy el fundador de la fundación. El poder ejecutivo lo tengo yo. ¿Por qué voy a abandonar si es mi fundación?", espetó.
Estas declaraciones hicieron explotar ayer a la plantilla. Y Villarroel dio una vuelta de tuerca más. El club respondió al plante de la mañana en el entrenamiento con una nueva oferta. En un comunicado oficial afirmaba que Villarroel había vendido sus acciones (el 70,3% del total) al presidente del club, Julio Romero. Éste las asumiría "de forma transitoria" para facilitar el plan de viabilidad en el que el consistorio se comprometió a trabajar para superar la crisis. Los futbolistas, que ya no se creen nada, se presentaron en bloque en las oficinas del club para pedir una explicación, pues la venta no era totalmente legal. No quieren más mentiras. A su salida expresaron, nuevamente, su confianza en aquellos que tantas veces los han defraudado en los últimos meses. Una semana más y en el Levante nadie habla de fútbol. Y eso que mañana el colista visita el Camp Nou.
Pero los directivos lo echaron todo a perder. Otra vez. La sombra de Villarroel, ex presidente y máximo accionista, volvió a aparecer. Hizo como que se marchaba y cedió sus acciones a una fundación sobre la que tenía poderes universales; luego las recuperó. Las volvió a ceder y prometió dimitir de la fundación, pero cuatro días después se burló de todos: "Yo soy el fundador de la fundación. El poder ejecutivo lo tengo yo. ¿Por qué voy a abandonar si es mi fundación?", espetó.
Estas declaraciones hicieron explotar ayer a la plantilla. Y Villarroel dio una vuelta de tuerca más. El club respondió al plante de la mañana en el entrenamiento con una nueva oferta. En un comunicado oficial afirmaba que Villarroel había vendido sus acciones (el 70,3% del total) al presidente del club, Julio Romero. Éste las asumiría "de forma transitoria" para facilitar el plan de viabilidad en el que el consistorio se comprometió a trabajar para superar la crisis. Los futbolistas, que ya no se creen nada, se presentaron en bloque en las oficinas del club para pedir una explicación, pues la venta no era totalmente legal. No quieren más mentiras. A su salida expresaron, nuevamente, su confianza en aquellos que tantas veces los han defraudado en los últimos meses. Una semana más y en el Levante nadie habla de fútbol. Y eso que mañana el colista visita el Camp Nou.
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