(Efe) El Sevilla de Juande Ramos coronó el sábado una temporada de ensueño y tras levantar la Supercopa europea y la Copa de la UEFA, celebró su tercer título, el de la Copa del Rey, con mucho menos fútbol, pero con la experiencia suficiente para tumbar a un Getafe que fue un digno y justo finalista.
Kanouté fue el gran protagonista. Hizo el gol de la victoria y perdió los papeles con una agresión a Casquero al final, que le costó la expulsión. Kanouté estuvo en todas las fotos.
No fue una final por la que futbolísticamente el Sevilla pueda presumir. Pero las finales no se juegan. Se ganan. Y el Sevilla culminó con este triunfo una temporada inolvidable. Su enorme derroche físico, jugando todas las competiciones hasta el final, disculpan un partido que supo encarrilar rápidamente.
El Getafe jugó mejor, pero su falta de acierto arriba fue alarmante. El Sevilla se movió mejor en la batalla, en el choque, en la pelea. Necesitó muy poco para ganar. Firmó un segundo tiempo para el olvido. Pero el Sevilla de Juande Ramos maneja ya parámetros de clubes grandes.
Tiene jugadores de enjundia, espectaculares, como Dani Alves o Jesús Navas, un técnico brillante como Juande Ramos e intangibles extras como el respeto de los árbitros.
Rodríguez Santiago no se quiso meter en líos. Al final del primer tiempo, Bernd Schuster y sus jugadores se fueron directos a protestar la actuación del colegiado en medio de una gran tángana.
Un penal cometido sobre Manu y no pitado en la recta final del primer tramo desató la indignación de la afición del Getafe. Más de las dos terceras partes de la grada eran sevillistas. El reparto de entradas resultó curioso. Y por eso, viéndose en inferioridad, el fondo norte estalló de rabia cuando vio que no concedía el penal a favor del Getafe.
Esa bronca fue lo más dinámico de una final donde hubo poco fútbol. Más pasión, mucho 'arrebato' en la grada y dos equipos, en especial el Sevilla, lejos de su habitual nivel de buen juego exhibido durante todo el año.
La clave pudo estar a los 9 minutos. Dani Güiza, sólo delante de Palop, no supo batirle en una clara ocasión de gol, que pudo cambiar la final. A Güiza se le hizo de noche y Palop sacó su experiencia y le sacó un balón de oro.
El Getafe pagó la novatada. De inmediato, Kanouté le robó un balón a Pulido, tras un grave error en la recepción del balón, y el jugador de Malí encaró y batió por abajo a Luis García. Esa fue la diferencia de la final. Palop y Kanouté. Los dos decisivos. Ante un Getafe, que cometió numerosos desajustes defensivos. Y en una final, esos errores se pagan.
El Getafe, eso sí, nunca se arrugó. Dio la cara. Especialmente por la derecha con una labor encomiable de Mario Cotelo. Fue el futbolista del Getafe más enchufado a la final. Calidad, desborde, siempre intentó el uno contra uno ante Dragutinovic, quien sufrió en demasía por ese costado. Cotelo también pidió su penalti, no concedido.
Tras el descanso, Manu, muy activo y valiente, tuvo el empate. Pero a la hora de le verdad le faltó veneno para resolver ante Palop. Echó de menos el Getafe a Nacho, muy irregular en la banda izquierda, en un partido 'caliente', que se convirtió en volcánico conforme pasaban los minutos.
No estuvo nunca cómodo el Sevilla en el campo. En el segundo tiempo, nunca tuvo el control, Navas y Puerta desaparecieron y el Getafe apretó, pero sin determinación. Palop, con sobriedad, diluyó todos los intentos ofensivos azules, inocentes en su mayoría.
Al Getafe le faltó llegada, definición, detalles que en una gran final son decisivos. Eso sí, el equipo de Schuster no renunció a su estilo. Mostró buen trato de balón con Casquero, con Vivar, Manu y Cotelo.
El Sevilla tiene más plantilla. Dos hombres por puesto. Se van Luis Fabiano, Puerta y Renato. No pasa nada. Duda, Kerzhakov y Martí son los recambios. Jugadores todos de solvencia en una plantilla de club que a partir de septiembre debe luchar con aptitud en la Liga de Campeones. El Sevilla se va de vacaciones con los deberes hechos en una campaña repleta de éxitos.
Kanouté fue el gran protagonista. Hizo el gol de la victoria y perdió los papeles con una agresión a Casquero al final, que le costó la expulsión. Kanouté estuvo en todas las fotos.
No fue una final por la que futbolísticamente el Sevilla pueda presumir. Pero las finales no se juegan. Se ganan. Y el Sevilla culminó con este triunfo una temporada inolvidable. Su enorme derroche físico, jugando todas las competiciones hasta el final, disculpan un partido que supo encarrilar rápidamente.
El Getafe jugó mejor, pero su falta de acierto arriba fue alarmante. El Sevilla se movió mejor en la batalla, en el choque, en la pelea. Necesitó muy poco para ganar. Firmó un segundo tiempo para el olvido. Pero el Sevilla de Juande Ramos maneja ya parámetros de clubes grandes.
Tiene jugadores de enjundia, espectaculares, como Dani Alves o Jesús Navas, un técnico brillante como Juande Ramos e intangibles extras como el respeto de los árbitros.
Rodríguez Santiago no se quiso meter en líos. Al final del primer tiempo, Bernd Schuster y sus jugadores se fueron directos a protestar la actuación del colegiado en medio de una gran tángana.
Un penal cometido sobre Manu y no pitado en la recta final del primer tramo desató la indignación de la afición del Getafe. Más de las dos terceras partes de la grada eran sevillistas. El reparto de entradas resultó curioso. Y por eso, viéndose en inferioridad, el fondo norte estalló de rabia cuando vio que no concedía el penal a favor del Getafe.
Esa bronca fue lo más dinámico de una final donde hubo poco fútbol. Más pasión, mucho 'arrebato' en la grada y dos equipos, en especial el Sevilla, lejos de su habitual nivel de buen juego exhibido durante todo el año.
La clave pudo estar a los 9 minutos. Dani Güiza, sólo delante de Palop, no supo batirle en una clara ocasión de gol, que pudo cambiar la final. A Güiza se le hizo de noche y Palop sacó su experiencia y le sacó un balón de oro.
El Getafe pagó la novatada. De inmediato, Kanouté le robó un balón a Pulido, tras un grave error en la recepción del balón, y el jugador de Malí encaró y batió por abajo a Luis García. Esa fue la diferencia de la final. Palop y Kanouté. Los dos decisivos. Ante un Getafe, que cometió numerosos desajustes defensivos. Y en una final, esos errores se pagan.
El Getafe, eso sí, nunca se arrugó. Dio la cara. Especialmente por la derecha con una labor encomiable de Mario Cotelo. Fue el futbolista del Getafe más enchufado a la final. Calidad, desborde, siempre intentó el uno contra uno ante Dragutinovic, quien sufrió en demasía por ese costado. Cotelo también pidió su penalti, no concedido.
Tras el descanso, Manu, muy activo y valiente, tuvo el empate. Pero a la hora de le verdad le faltó veneno para resolver ante Palop. Echó de menos el Getafe a Nacho, muy irregular en la banda izquierda, en un partido 'caliente', que se convirtió en volcánico conforme pasaban los minutos.
No estuvo nunca cómodo el Sevilla en el campo. En el segundo tiempo, nunca tuvo el control, Navas y Puerta desaparecieron y el Getafe apretó, pero sin determinación. Palop, con sobriedad, diluyó todos los intentos ofensivos azules, inocentes en su mayoría.
Al Getafe le faltó llegada, definición, detalles que en una gran final son decisivos. Eso sí, el equipo de Schuster no renunció a su estilo. Mostró buen trato de balón con Casquero, con Vivar, Manu y Cotelo.
El Sevilla tiene más plantilla. Dos hombres por puesto. Se van Luis Fabiano, Puerta y Renato. No pasa nada. Duda, Kerzhakov y Martí son los recambios. Jugadores todos de solvencia en una plantilla de club que a partir de septiembre debe luchar con aptitud en la Liga de Campeones. El Sevilla se va de vacaciones con los deberes hechos en una campaña repleta de éxitos.
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