Sobre las 23.00 horas del domingo, el entrenador y su esposa se encontraban en la planta baja de la casa, en la parte alta de la ciudad, mientras que su hijo estaba en su dormitorio de la primera planta, pero ninguno de ellos se dio cuenta de nada hasta que ya se habían ido los ladrones.
Se llevaron joyas, relojes de lujo y una gran cantidad de dinero en metálico. Escalando por la fachada, de unos seis metros, los intrusos entraron directamente a la segunda planta y accedieron al dormitorio conyugal, donde revolvieron cajones y armarios para llevarse los objetos de valor.
El perro de la familia ladró, pero no le hicieron caso. Sólo el niño pudo observar una sombra que salía corriendo del jardín de la vivienda. Cuando Rijkaard subió al dormitorio se dio cuenta de lo sucedido y avisó a la Policía.
Se desplazaron varias patrullas y la Policía científica de los Mossos, además del presidente del Barcelona, Joan Laporta, y el jefe de seguridad corporativa del club, Xavier Martorell.
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