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Bastó una jugada, la primera llegada madridista para desactivar todos los planes previos, toda la presión exterior y la euforia de la grada, pero eso ya no es una novedad. Tampoco lo es que el que cambie el sentido del partido sea Raúl González, porque el capitán madridista siempre se encuentra cómodo contra el Atlético y disfruta en el Calderón, donde se siente importante, destinatario de todas las miradas.
Por eso, que Pablo fallase su primer despeje ante Robinho y que Raúl empujase al fondo de la red el centro del brasileño, a los 30 segundos, puede que no fuese previsible, pero entraba dentro de lo probable, un hándicap con el que el técnico mexicano Javier Aguirre podría haber contado.
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Sin embargo, como casi siempre, cuando más presionaba el Atlético sobre la meta blanca, otro despiste defensivo en un saque de esquina ofreció al Real Madrid la oportunidad de dejar su sello de eficacia. El balón llegó a Van Nistelrooy libre de marca y el holandés no lo desaprovechó para aumentar la sensación de impotencia rojiblanca, al borde del descanso.
Y, con el ánimo por los suelos y con la condición física bajo sospecha, al Atlético sólo le sostuvo al comienzo del segundo tiempo la casta. Muy poco para tratar de equilibrar el duelo frente al líder, que supo que no tendría más que esperar. No demasiado, porque al equipo de Aguirre no le dio más que para un disparo de Forlán, que resolvió bien Casillas y otro de Agüero (m.80), que salió ligeramente desviado.
Dominador del juego, el conjunto de Schuster caminó sin sobresaltos hacia un triunfo que entierra el disgusto de la eliminación en la Copa y, al mismo tiempo, le permite descartar a otro rival, que ya sabe que su objetivo, esta campaña, pasa por asegurarse un puesto en la Liga de Campeones.
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